Julio habla de Edgar.
«Su mammy, la nodriza negra de todo niño de casa rica en el Sur, debió de iniciarlo en los ritmos de la gente de color, lo que explicaría en parte su interés posterior, casi obsesivo, por la escansión de los versos y la magia rítmica de El cuervo, de Ulalume, de Annabel Lee.
Y además estaba el mar, representado por sus embajadores naturales, los capitanes de veleros, que acudían a las oficinas de Ellis & Allan para discutir los negocios de la firma, y que bebían con los socios mientras narraban largas aventuras.
El pequeño Edgar debió de entrever, ansioso oyente, las primeras imágenes de Arthur Gordon Pym, del remolino del Maelström, y todo ese aire marino que circula en su literatura y que él supo recoger en velámenes que todavía impulsan a sus barcos de fantasmas.»…
…«El clima de la Universidad era tan favorable como el de una taberna: Poe jugaba, perdía casi invariablemente, y bebía. Uno piensa en Pushkin, ese Poe ruso.
Pero a Pushkin el alcohol no le hacía daño, mientras que desde el principio provocó en Poe un efecto misterioso y terrible, … Le bastaba beber un vaso de ron (y lo bebía de un trago, sin paladearlo) para intoxicarse.»
(Julio Cortázar)